LINFOFAMILY
Hay grupos de WhatsApp que se olvidan con el tiempo. Otros son ruido, distracción, pasatiempo. Pero existe uno distinto, uno que no se borra de la memoria aunque se apague el móvil. Se llama Linfofamily. Y en ese rincón de pantallas azules, la gente encuentra lo que en la vida real falta tantas veces: comprensión, calor humano, compañía.
No es fácil explicarlo a quien no ha estado ahí. Es entrar con miedo, con esa soledad que deja la palabra maldita, y de pronto descubrir que hay otros que caminan la misma cuesta arriba. Que lo entienden sin necesidad de dar explicaciones largas. Que saben lo que pesa un silencio en la consulta, lo que duele el pinchazo de una aguja, lo que significa que un ganglio no se reduzca. En Linfofamily uno se siente arropado. Y ese verbo, arropar, adquiere una dimensión inmensa cuando se atraviesa la enfermedad.
EL LINFOMA
Porque el enemigo tiene nombre. Se llama linfoma. El de Hodgkin, que se delata con una célula rebelde, o el no Hodgkin, que se disfraza en múltiples formas. Da igual el apellido: ambos llegan como un mazazo en la mesa del médico. Lo que parecía cansancio, tos o ganglios inflamados se convierte, de un día para otro, en una sentencia que descoloca toda la vida.
El calendario cambia de piel: ya no se cuentan meses ni estaciones, sino ciclos de quimio, análisis de sangre, esperas de resultados. Y entre medias, noches largas donde el miedo se cuela hasta en los sueños.
LA VERDAD DESNUDA
En medio de ese paisaje árido, lo que salva muchas veces no es una pastilla ni una máquina, sino una palabra. Un mensaje escrito al otro lado de la pantalla. El “a mí también me pasó” que llega a tiempo. El “aguanta, que mañana dolerá menos” que impide derrumbarse. La certeza de que alguien, en algún lugar, comprende lo indecible.
Y es ahí donde el lector se queda con un nudo en la garganta: en la constatación de que el dolor compartido duele igual, pero pesa menos. Que la dignidad, incluso en la enfermedad, se defiende en comunidad. Que no hay derrota mientras se conserve la capacidad de acompañar y ser acompañado.
EPÍLOGO
Por todo eso, desde Honor y Valores queremos dejar constancia de este homenaje. Pequeño en apariencia, pero inmenso en lo que significa. A los que luchan, a los que sostienen, a los que cada día escriben desde la fragilidad y la esperanza.
Pero que quede claro: el alma de Linfofamily tiene nombres concretos. No son números de teléfono en una lista. Son personas de carne y hueso que, día tras día, sostienen el timón de este barco en plena tormenta. Cada uno aporta lo suyo: unos comparten experiencia, otros conocimiento, otros simplemente el silencio de estar ahí cuando toca.
Y luego están ellas. Las mujeres. Las auténticas capitanas de este grupo. Pacientes, ex pacientes o familiares. Las que han cargado con su propio dolor y, aun así, se han preocupado por el dolor de los demás. Las que han sabido animar al personal cuando todo parecía perdido. Las que, sin títulos ni pancartas, han demostrado lo que de verdad significa ser una mujer de bandera.
Eso sí que es feminismo. El real. El que no necesita discursos ni cuotas ni proclamas. El que se forja en
la quimio, en la espera de un resultado, en la angustia de no saber si mañana se estará mejor o peor. El que se escribe de madrugada, con los ojos enrojecidos, pero con la fuerza intacta para levantar al que flaquea. El resto son utopías cómodas desde un despacho. Palabras huecas. Estas mujeres no hablan: hacen. Y lo hacen con el coraje de quien ha visto el dolor de cerca y ha decidido que no la va a doblegar.
A vosotras, guerreras silenciosas, va este homenaje. Por recordarnos que el sufrimiento no solo destruye: también revela. Que la verdadera grandeza no está en las medallas ni en los altares, sino en la capacidad de cuidar, de sostener, de no dejar caer al que tropieza.
El lector debería entenderlo: si este grupo sigue vivo, si este refugio sigue en pie, es porque ellas han sabido mantener la llama. Con mensajes sencillos, con bromas a deshora, con palabras que parecen pequeñas pero que salvan del abismo. Ese es el feminismo de verdad: el que se escribe con sangre, lágrimas y dignidad.
Así que va por vosotras. Las que habéis sabido transformar el dolor en fuerza. Las que habéis convertido la enfermedad en bandera de resistencia. Las que habéis demostrado que la palabra mujer contiene en sí misma la definición de valor.
Este homenaje os pertenece. Porque sin vosotras, Linfofamily sería un grupo más. Con vosotras, se ha convertido en una lección de vida. Y si alguien busca ejemplos de honor, de coraje y de nobleza, que deje de leer manuales y mire aquí. A estas mujeres que, desde un simple grupo de WhatsApp, han dado una lección que no olvidaremos nunca.
Va por vosotras. Guerreras. Hermanas. Mujeres de verdad.
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