Siempre a sus órdenes mi Álferez

|

Hoy tomas el despacho de alférez. Dejas de ser Cristian Casero por el álferez Casero, un oficial que ya sabe de primeras lo que es ser soldado, probaste el barro como infante en el Saboya 6 (Bótoa-Badajoz)Lo tomas como se toma una colina tras días de avance, con la calma tensa del que sabe que el verdadero valor está en dar el paso adelante sin esperar aplausos. Lo haces con esa seriedad tuya, con esa manera de morderte por dentro las emociones y no dejar que se te escapen. Pero yo, que soy tu hermano, sé lo que llevas dentro. Sé que bajo ese gesto firme hay un corazón que late a golpes de tambor, porque este no es un día cualquiera. Hoy, en estas cuatro paredes que huelen a historia y disciplina, te conviertes en oficial.


Y mientras tú te enfundas en ese papel, yo me miro a mí mismo. Pienso en mi recorrido, en mis aciertos y en mis miserias. He cometido muchos errores. Más de los que podría enumerar en una noche larga de tragos y silencios. Pero a pesar de todos ellos, hay algo que me salva: nunca fui un número. Nunca fui un expediente frío en la carpeta de nadie. Yo fui, yo soy y yo seré el Sargento Primero Casero. Y eso, hermano, aunque el mundo se venga abajo, no me lo quita nadie.


Mi u00e1lferez


Podrán juzgarme como persona. Pueden hablar de mis fallos, de mis cicatrices, de mis sombras. Que lo hagan, me da igual. Porque como militar no me juzga nadie. Yo cumplí. Estuve donde debía estar, cuando debía estar. Llevé mi uniforme con la cabeza erguida, incluso cuando la vida me pasaba facturas que parecían imposibles de pagar. Nadie me regalará jamás medallas ni discursos, pero en el fondo de mi conciencia guardo lo único que importa: la certeza de haber estado siempre en mi puesto.


Y hoy, hermano, tú llegas donde yo nunca llegué. Has conseguido lo que yo siempre soñé. Y créeme cuando te digo que no hay en mí ni rastro de envidia. Lo que siento es un orgullo tan brutal que casi duele. Porque sé que de algún modo, aunque sea pequeño, algo de culpa tengo yo en lo que eres hoy. Fui escalón en la escalera que subes. Fui sombra de errores que te sirvieron de aviso, y espejo de aciertos que supiste imitar. Fui hermano, compañero y soldado. Y eso basta para sentirme parte de tu triunfo.


Tú juras como alférez. Yo sigo jurando como el que siempre fui. Y no, no hay derrota en esa diferencia. Solo destino. Quizá yo estaba hecho para ser trinchera, para sostener, para aguantar el peso de la línea. Para servir de apoyo a otros mientras se lanzaban a por el cielo. Quizá ese era mi papel: resistir en silencio. Y ahora lo entiendo. Porque hoy, al verte ahí, me doy cuenta de que el sueño que no alcancé se cumple en ti. Y tu juramento, aunque sea tuyo, lo siento también como mío.


1

Te confieso algo: este oficio nos enseña a callar lo que sentimos. Nos arranca las palabras grandes de la boca porque parece que pesan demasiado. Pero hoy no me lo voy a callar. Hoy quiero que lo sepas, sin rodeos, sin adornos. Estoy orgulloso de ti. Orgulloso hasta que se me encoge el pecho. Orgulloso hasta que me tiemblan las manos al escribir estas líneas. Orgulloso hasta el nudo en la garganta que no se me quita. Y sobre todo, hermano, te digo lo que tantas veces callé: te quiero.


Y aún hay más. Porque este día no acaba aquí. Esto no es una meta, es apenas un paso. En julio del año que viene seré yo quien, con lágrimas en los ojos, te entregue el despacho de teniente. Y ese día volveré a sentir lo mismo que hoy: que tu victoria también es mía, que tu destino también lleva mi huella, y que todo lo que no alcancé se eleva contigo.


Siempre a sus órdenes, mi alférez.

Sgto. 1º Casero
13 de septiembre de 2025


Comentarios