Pero, más allá de títulos y reconocimientos, lo que deja es una lección: los límites son una excusa, el futuro se decide a pulso.Quien la ve entrar en el agua entiende de inmediato que no está compitiendo solo contra rivales.
De pronto, todo se reduce a un cuarto de hospital, a la aguja que entra en la vena, al gotero que marca las horas como una campana.
Hay enemigos que no llevan uniforme ni bandera.