“Sergio Peris-Mencheta: vivir después de mirar a la muerte”

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El cáncer no llega con ruido. Se instala en silencio, como un ladrón nocturno que no deja huellas hasta que ya lo tienes dentro. Sergio Peris-Mencheta lo supo en 2024, cuando escuchó una palabra que cambia la vida entera: leucemia.


De pronto, todo se reduce a un cuarto de hospital, a la aguja que entra en la vena, al gotero que marca las horas como una campana. Cada día se mide en analíticas, cada semana en una batalla contra el agotamiento, el dolor, el miedo. El cuerpo se encoge, la mente vacila. Pero él eligió no esconderse. Lo contó. Lo mostró. Puso rostro y voz a lo que tantos callan.

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La quimio lo derribó, pero no lo tumbó. Los vómitos, la fiebre, el espejo donde apenas se reconocía, todo eso lo acompañó. Y, aun así, resistió. Con Marta Etura a su lado, con el apoyo de los suyos, con esa terquedad que tienen los que no aceptan rendirse.

Llegó el trasplante de médula. Esa frontera invisible donde se decide todo. Él lo resumió con una frase brutal y simple: “Éramos tres: Marta, el gotero y yo”. Ahí estaba la esencia: no hay épica más grande que seguir respirando cuando parece imposible.

Meses después, el tiempo dio tregua. El cuerpo empezó a recomponerse, la voz volvió a sonar firme, la mirada se volvió más profunda. Y en 2025, volvió al escenario. No era el mismo. Nadie lo es después de algo así. Pero había ganado algo mayor: la certeza de que cada día cuenta, de que la vida no se da por sentada.

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Sergio Peris-Mencheta no venció al cáncer como se cuentan las victorias fáciles. Lo doblegó a fuerza de paciencia, dolor y voluntad. No salió indemne, salió mejor. Con cicatrices que son memoria, no derrota.

Hoy, cuando habla de lo vivido, no dramatiza. Lo cuenta con ironía, con esa crudeza serena de quien ya ha estado al borde. Y recuerda a todos una verdad que incomoda: no hay que esperar a enfermar para entender lo valioso de estar vivo.


En un país que a veces olvida demasiado rápido, conviene mirar su ejemplo. Porque la verdadera heroicidad no está en el aplauso de un estreno, sino en volver a caminar cuando parecía imposible.

Sergio Peris-Mencheta permanece. Y eso basta.


Desde Honor y Valores queremos dedicar esta historia a Sergio Peris-Mencheta y a todos los que, como él, se enfrentan al cáncer con dignidad y coraje. Porque el recuerdo no es muerte, es vida multiplicada. Porque cada cicatriz es testimonio de resistencia. Y porque mientras alguien se mantenga en pie después de la sombra, la esperanza seguirá siendo invencible.

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