Hay enemigos que no llevan uniforme ni bandera.
Hay fechas que no se borran.
Con todo lo que esa palabra arrastra: barro en las botas, tabaco húmedo en los bolsillos y la mirada cansada de quien ya no espera nada de la vida salvo cumplir con su deber.Nació en un rincón sin gloria, un pueblo seco, donde la infancia se medía por el peso de las piedras en los bolsillos y la dureza del sol en verano.
En marzo de 2020, cuando el mundo entero parecía desmoronarse, un enfermero llamado Javier Morales, de 34 años, cruzaba cada mañana las puertas del hospital de Alcorcón con el miedo en el cuerpo y el uniforme empapado en sudor antes de empezar.