Pero, más allá de títulos y reconocimientos, lo que deja es una lección: los límites son una excusa, el futuro se decide a pulso.Quien la ve entrar en el agua entiende de inmediato que no está compitiendo solo contra rivales.
Están ahí, día tras día, con un cuaderno en la mano, un gesto cansado y una voz que insiste cuando el resto del mundo calla.
De pronto, todo se reduce a un cuarto de hospital, a la aguja que entra en la vena, al gotero que marca las horas como una campana.
El médico Spriman no llevaba fusil.
Con la mascarilla marcada en el rostro, los guantes desgarrándole la piel y el cansancio hundido en los huesos, Gema sigue.