Todos coinciden en algo: detrás de esa experiencia está la huella de José, el hombre que supo transformar su pasado militar en un legado educativo.Y es que José no solo fundó un campamento: encendió una llama que arde cada verano en la mirada de los que pasan por allí. Y ahora dejemos que sea él mismo quien hable; en la entrevista que sigue, José nos abre las puertas de su historia y del alma del Campamento El Cid.
Para que estos principios no se diluyan con el tiempo, el Ejército de Tierra los recoge en tres decálogos que acompañan a cada etapa y a cada escala: el del Soldado, el del Cadete y el del Suboficial.
Nos escribíamos cartas casi cada semana y en ellas me contaba su día a día, lo que pasaba en el barrio y en la familia.