“Los maestros: los que hacen posible el mañana”

Hay personas que marcan una vida sin pretenderlo. Están ahí, día tras día, con un cuaderno en la mano, un gesto cansado y una voz que insiste cuando el resto del mundo calla. Los profesores y profesoras son eso: la brújula temprana en la vida de un niño.

Son quienes enseñan a juntar letras, a descubrir que las palabras no solo nombran cosas, sino que también abren mundos. Quienes explican que los números no son fríos, que también sirven para contar sueños, distancias y esperanzas.

Un buen maestro no se limita a enseñar la lección. Reconoce al niño que duda, al que calla demasiado, al que se esconde al fondo del aula. Ve talentos ocultos, temores disfrazados de rebeldía, futuros posibles que todavía no existen. Y los acompaña, con paciencia, con empeño, con la certeza de que sembrar vale más que recoger.

La grandeza de su oficio está en que rara vez ven el fruto de lo que siembran. Un profesor enseña para un mañana en el que quizá ya no esté. Forma a un niño que será adulto dentro de veinte años, y lo hace sin esperar nada a cambio salvo la esperanza de que ese futuro sea un poco más digno.

En cada infancia hay una frase, una mirada, una explicación que se queda para siempre. No lo saben, pero cada alumno lleva consigo pedazos de sus maestros como quien lleva cicatrices invisibles: marcas que no duelen, pero que sostienen.

No hay tarea más importante que educar. Una sociedad sin buenos profesores se queda sin memoria y sin futuro. Por eso, aunque sus nombres rara vez salgan en titulares, cada maestro es un pilar que sostiene lo que somos.

Desde Honor y Valores queremos rendir homenaje a todos los profesores y profesoras, a quienes entregan su vida a enseñar, a escuchar y a guiar. Porque gracias a ellos aprendemos a leer el mundo, a pensar por nosotros mismos y a soñar más allá de lo que vemos. Enseñar no es solo un oficio: es el gesto más profundo de confianza en el futuro.