Eso es lo que hace que cada año sigan entrando jóvenes, sabiendo que España paga héroes baratos… pero también sabiendo que lo que se gana es incalculable: honor, camaradería, respeto, orgullo de servir.Porque al final, cuando el ruido se apaga y las cuentas quedan atrás, lo que sostiene a un militar es lo mismo que lo sostuvo siempre: la vocación, el honor y la vida puesta al servicio de algo mayor que uno mismo.“Academia de Combate: sangre, sudor y plaza”Si de verdad quieres entrar en el Ejército, hazlo bien.
Todos coinciden en algo: detrás de esa experiencia está la huella de José, el hombre que supo transformar su pasado militar en un legado educativo.Y es que José no solo fundó un campamento: encendió una llama que arde cada verano en la mirada de los que pasan por allí. Y ahora dejemos que sea él mismo quien hable; en la entrevista que sigue, José nos abre las puertas de su historia y del alma del Campamento El Cid.
Con todo lo que esa palabra arrastra: barro en las botas, tabaco húmedo en los bolsillos y la mirada cansada de quien ya no espera nada de la vida salvo cumplir con su deber.Nació en un rincón sin gloria, un pueblo seco, donde la infancia se medía por el peso de las piedras en los bolsillos y la dureza del sol en verano.
De pronto, todo se reduce a un cuarto de hospital, a la aguja que entra en la vena, al gotero que marca las horas como una campana.
Hay enemigos que no llevan uniforme ni bandera.
Expertos en el sector apuntan que esta volatilidad se debe a la combinación de la demanda postvacacional, la producción renovable y la dependencia del gas en ciertos momentos del día.
Es uno de los espectáculos naturales más impresionantes del planeta. Y aunque no atesora títulos absolutos como sus primas las del Niágara o las del Iguazú, no por ello deja de maravillar a quien lo contempla
Un pueblo de pescadores al que es fácil de entender por qué llegan turistas en verano